Indiados

Impresiones tras nuestro primer viaje a la India, en julio de 2006

martes, octubre 24, 2006

Imágenes: rincones, detalles (II)


Atardecer en el río Betwa, en Orccha





Celosía en Amber Fort, Jaipur


Lago Pichola, Pushkar


Aseo matutino cerca del Amber Fort, Jaipur


Gadi Sagar tank, cerca de Jaisalmer


Mono en la selva, cerca de Ranakpur





Imágenes: rincones, detalles

Vidriera en el Junagarh Fort de Bikaner



Huellas que conmemoran el "Sati" (autoinmolación de las esposas del Maharaja) en la entrada del Junagarh Fort de Bikaner




En un templo jainista en Lodruva, cerca de Jaisalmer

Detalle de "Torana" (pórtico) en un templo jainista en el fuerte de Jaisalmer

En el patio de una casa en el fuerte de Jaisalmer



Puerta de una casa en el fuerte de Jaisalmer



Ventana en Jaisalmer



Pintada callejera en Udaipur



miércoles, octubre 18, 2006

La Ciudad Dorada



Entrada al fuerte de Jaisalmer


“La sin par Jaisalmer”. Por una vez, la guía no se equivocaba: Jaisalmer no tiene igual. Ninguna otra ciudad posee un poder de evocación comparable.


Jaisalmer: barco varado en la inmensidad del Gran Desierto de Thar. Jaisalmer: Arca de Noé sobre la colina de Trikuta, su monte Ararat. Jaisalmer: espejismo de dorada arenisca acariciada, azotada, esculpida incesantemente por las arenas y el Simún. Jaisalmer: ondulantes murallas como olas, isla buscada por las caravanas en el mar del desierto.

Llegamos a ella tras cientos de kilómetros de desoladas llanuras desérticas, temiendo que la tormenta de arena que empezaba a arreciar terminara por engullir la estrecha carretera, arrancando al motor del ambassador hasta su último suspiro de fuerza antes de que el sol se escondiera... Pero, para llegar a Jaisalmer, era preciso pagar un peaje de incerteza, de aventura. Nunca vimos a Rana dar gracias a sus dioses con tanto fervor como cuando por fin apareció la ciudad como una fantasmagoría entre la espesa niebla de arena, al filo del crepúsculo.

"Toque el claxon, por favor", en plena tormenta de arena en la carretera hacia Jaisalmer

El fuerte de Jaisalmer aparece, colosal, como emergido de la tierra, con su mismo color, cambiante según las infinitas variaciones de la luz a lo largo del día, del tierno rosado del amanecer, el dorado del implacable sol mediodía, o el naranja incendiado del atardecer. A diferencia de otros fuertes del Rajasthan, el de Jaisalmer no es sólo una alcazaba para el ejército y un alcázar para el maharajá, sino una ciudadela donde, desde hace mil años, se sigue tejiendo la vida cotidiana, en un incesante pulso contra la ruina, contra el olvido, contra el desierto, que amenazan por engullirla. En sus intrincadas callejas, tan estrechas que no es raro que una vaca te impida el paso, las havelis se atropellan unas a otras compitiendo en los encajes de piedra de los “chattris” -balconadas, cúpulas, celosías-, y los templos jainíes se engastan como apariciones sobrenaturales en los que las voluptuosas formas de bailarinas desdibujan la arquitectura y la materia misma del mundo.
Una de las sucesivas puertas de entrada al fuerte
Vaca y haveli al fondo, dentro del fuerte
Murallas
Esculturas en el atrio de entrada a uno de los templos jainistas

A unos kilómetros, pero lejos de todo, como el escenario de un cuento de Borges, se alzan los cenotafios de Amer Sager. Al amanecer, deambulamos entre el bosque de columnas y cúpulas de los monumentos levantados durante siglos para guardar la memoria –no los cuerpos, cuyas cenizas se disolvieron en el Ganges- de los maharajas de Jaisalmer y sus viudas inmoladas en el “sati” de las piras funerarias de sus esposos. La memoria de reyes y reinas olvidados. Qué metáfora de la fútil vanidad humana. Nos impregnamos de soledad y silencio, que son la melodía y la cadencia del magnético, irresistible, canto de sirena del desierto.

Vista general del conjunto de cenotafios reales de Amer Sager

Ruth en Amer Sager

Datos prácticos: los preparativos



Preparar un viaje es casi empezar a paladearlo. Del mismo modo que al cocinar: compras los ingredientes, consultas un libro de recetas, intentas adivinar el sabor del plato. Un buen viaje necesita preparación; aunque nada pueda anticipar su aroma final, la intensidad y los matices de su sabor... y su digestión.

Seguramente, nada puede prepararte realmente para la India. Pero puedes, como nosotros, intentarlo. Por eso, en estas notas de hoy dejaremos algunos datos que podrían ser interesantes.

Internet:

Es la llave maestra para preparar cualquier viaje. La información que se puede encontrar es infinita, así que intentaremos recomendar algunas fuentes concretas.

En primer lugar, la herramienta que nos resultó de más ayuda fueron, sin duda, los foros de viajeros. En ellos se encuentra información abundantísima, actualizada y sin intereses comerciales... y lo más importante: interactiva. Es posible hacer consultas públicas sobre cualquier aspecto en particular que seguramente serán contestadas por viajeros más o menos experimentados. También, encontrar direcciones de correo electrónico y contactos MSN para tomar contacto de manera más privada.

Los foros en castellano que nos parecen más interesantes son, por este orden:

http://www.losviajeros.com/index.php?name=Forums&file=viewforum&f=20

http://www.lonelyplanet.es/foro/default.aspx?g=topics&f=11

http://miarroba.com/foros/ver.php?id=777688

http://es.rentalia.com/travellers/index.cfm/accion/msg/idm/2622.htm


Para los billetes de avión, los dos buscadores específicos que nos ofrecieron los precios más bajos fueron http://www.traveljungle.com y http://www.terminala.com. Los hemos utilizado, ambos, en varias ocasiones, sin ningún problema.

A través de internet, naturalmente, contactamos con nuestro chófer, Rana. Os ponemos de nuevo su dirección de correo electrónico y sitio web: udit_511@rediffmail.com http://www.trivenitravels.com/



Visado:

Es imprescindible obtener visado previamente al viaje. La tramitación lleva al menos veinte días, así que hay que preverlo tranquilamente. Se consigue a través de la Embajada India en Madrid, sede diplomática que es todo un anticipo al caos organizativo de su madre patria. En nuestro caso, nos informaron y confirmaron telefónicamente (cosa difícil, por cierto, lo de que contesten el teléfono) que, personándonos allí, el visado podía obtenerse en el día... lo que resultó ser falso, después de trescientos kilómetros de viaje.

El visado turístico cuesta 50 € por persona, y dura tres meses desde la fecha de emisión (no de solicitud). Es necesario aportar dos fotografías, pasaporte en vigor, y un sobre de postal-express o similar, ya franqueado, para que te devuelvan los pasaportes una vez sellados.


Vacunas, botiquín y precauciones sanitarias

Aunque es una cuestión muy personal, y encontraréis opiniones diversas entre los viajeros, nosotros decidimos acudir directamente a los servicios sanitarios que nos correspondían, explicarles nuestro destino, época y manera de viajar, y hacerles caso. Así que nos vacunamos de tétanos, fiebres tifoideas y hepatitis A y B, y dado que viajábamos a menudo por zonas húmedas al comienzo del monzón, tratamiento paliativo para el paludismo (Savarine: barato y, para nosotros, sin efectos secundarios). Hay que planear el calendario de vacunas con al menos cuatro meses de anticipación.

Además, conviene llevar un botiquín que contenga, al menos: desinfectante tópico (Betadine o similar), material para pequeñas curas, analgésicos y antipiréticos (suaves, y más potentes), antiinflamatorios (“ “), antibiótico de amplio espectro (amoxicilina o similar), antihistamínicos/corticoides (un Urbason inyectable no estaría de más), protector estomacal y antiácido (Almax, por ejemplo), antidiarreico (Citrocil, Fortasec, o similar), sobres de suero salino probiótico, e insecticida (Relec Forte, aunque algo caro, es muy efectivo). Aunque parezca exagerado, os garantizamos, aunque sin querer alarmar a nadie, que utilizaréis al menos la mitad. Por supuesto, si tenéis alguna medicación específica, llevad provisión para todo el viaje.

En cuanto a las precauciones higiénicas, también es una cuestión muy personal. Además, conforme pasan los días, los prejuicios y escrúpulos occidentales se van difuminando con una velocidad pasmosa... ¡qué remedio! En general, reglas de oro son no beber jamás agua no embotellada (y comprobar el precinto de las botellas), ni siquiera en hielos, y restringir al máximo posible el consumo de verduras sin cocinar y carne.

¡Ah! Y contratar un seguro sanitario de viaje. Son baratos... y nunca se sabe.



Guías

Aunque la mayor parte de información la obtuvimos o bien de internet (incluso planos, direcciones, horarios), o durante el propio viaje, no viene mal llevar algún libro.

Sin lugar a dudas, la mejor, en nuestra opinión, es la Guía del Routard de “India Norte”: manejable, con información bastante extensa, y recomendaciones fiables en un porcentaje algo mayor que en otras.

Aunque es posible que muchos no estén de acuerdo, la “Lonely Planet” nos pareció malísima. La información es sucinta y superficial, y los lugares que recomienda siempre han subido sus precios y bajado su calidad, relajados con la avalancha de “lonelyplaneteros” –esa nueva tribu global- de todo el mundo.

Swami-gi

Swami-gi vive solo en lo profundo del bosque, no lejos de Rishikesh, donde la espesura apenas deja ver las majestuosas montañas del pre-himalaya entre las que baja, zigzagueando, frío y tumultuoso, el Ganges.

Habita una casita pintada de azul pálido, de una única y minúscula habitación; lo mismo en el bochorno del verano, el frío del invierno, o el diluvio del monzón. Dentro, sólo un catre y un baúl de madera, un cántaro de barro y un par de libros que no lee, porque desde niño, tras los largos años de estudio en el ashram, ya guarda en su memoria todos los milenarios textos de la cultura sánscrita.

Cuando se asoma desde la penumbra, nos sentimos avergonzados por traer con nosotros nuestra prisa, nuestro desorden, nuestra desconfianza, nuestra torpeza de seres pequeños y perdidos. Pero nos mira y sentimos (Carmen, con los ojos repentinamente llenos de lágrimas) que todo ocupa su justo lugar, todo está en su sitio. ¿Cómo explicar lo que transmitía su mirada? No era una mirada aleccionadora desde un alto púlpito de sabiduría, ni misericorde, ni persuasiva, ni solemne, ni siquiera curiosa... tan sólo un vínculo instantáneo de aceptación, hermandad, paz, reconciliación, que en silencio parecía decir “todo está bien... así ha de ser”. Las miradas dijeron mucho más que las palabras que conseguimos intercambiar a través de Rana.

Nos cuenta que cuando llegamos pensó que éramos animales de la jungla, que a menudo le visitan osos, elefantes, leopardos (naturalmente, nunca se hacen daño. Como Mowgli, la rana, quizá se digan: “tú y yo somos de la misma sangre”). Nos habla de su vida. Cuenta, divertido, que pasó años viviendo en una covacha que se inundaba cuando llovía; que tan sólo come los frutos que quiere ofrecerle el bosque, o que, de vez en cuando, le deja algún visitante; que en pocos días empezará un período de silencio de tres meses, en los que no pronunciará ninguna palabra, para vaciar de ruido su mente... Nosotros le hablamos de nuestra vida, ¡y nos parece tan ridícula, tan sin sentido!... Él nos escucha, y nos aconseja, no hacer, ni dejar de hacer, sino meditar para encontrarnos y comprendernos, y, sólo entonces, verdaderamente encontrar y comprender a los demás.

A sus setenta y muchos años (una edad avanzadísima en la India), es un hombre increíblemente alto, derecho y flexible como un junco, con una recia melena plateada y una sonrisa chispeante y contagiosa en la que relucen, blancos, todos sus dientes.

Cuando nos despedimos, se cubre para la fotografía con dos trozos de tela que tenía colgados en un árbol. Toma apenas dos piezas de la bolsa de mangos y bananas que le traíamos como obsequio, y nos devuelve el resto. Desde la entrada de su morabito, nos parece el hombre más digno y más feliz que hemos visto en nuestra vida... Il Poverello, en su Porciuncola.