Indiados

Impresiones tras nuestro primer viaje a la India, en julio de 2006

martes, noviembre 07, 2006

Jainas






Monje jain en el templo de Adinath, en Ranakpur


El Jainismo es otra de las piezas que componen el desconcertante mosaico religioso de la India. Una pieza pequeña (sus fieles apenas constituyen un 0,5 % de la población), pero sorprendente y sugestiva.

La historia jaina comienza en el siglo VI a.C., el siglo de los grandes pensadores y de la crisis espiritual de Asia (Zoroastro, Buda, Lao zi, Confucio...), cuando el príncipe Vardhamana Vaishali, Mahavira, cuya vida ofrece un increíble paralelismo con la de Siddharta Gautama, Buda, abandona la corte para seguir la vida ascética. Tras doce años de meditación a la sombra de un árbol se declara “jain” (“victorioso”), e inicia su vida de predicación itinerante, fundando comunidades de monjes. Sin embargo, aunque a Mahavira se le considere el fundador del jainismo, sólo fue el último de los veinticuatro profetas santificados o “tirthankara” -personajes más legendarios que documentados históricamente-, canalizando, dando vida y organización a la doctrina supuestamente heredada de aquellos.

Sorprendentemente, en el jainismo no hay lugar para un dios creador y omnipotente, por lo que los jainas se declaran directamente ateos; pero el universo está poblado de innumerables almas individuales que viven prisioneras en la materia y sufren por liberarse de ella, ya sean vegetales, animales o humanas. Los jainas admiten la ley del karma, de las reencarnaciones -como todas las religiones de origen indio-, pero tienen en cuenta estas reencarnaciones como algo peligroso, pues son precisamente lo que van creando un cuerpo excesivamente sólido, una prisión del alma o, como los jainas dicen, unas especie de “costra”.

Monje jain en uno de los templos en el fuerte de Jaisalmer


Creen que se puede alcanzar la liberación mediante la pureza absoluta del alma, que se consigue despojándose de todo “karman”, estado generado por los propios actos y que apresa el alma, mediante la práctica de las “cinco abstenciones mayores”: no matar, no mentir, no robar, no caer en la incontinencia sexual y no ser codicioso. La primera abstención implica una total “ahimsa” (no-violencia), de pensamiento y de acto, hacia cualquier ser vivo. Esto supone, por supuesto, que son estrictamente vegetarianos, hasta el punto de comer tan sólo aquellas frutas y vegetales que cuelgan de las ramas y que pueden ser obtenidos sin dañar a la planta. También implica, por ejemplo, que ningún jaina puede ser agricultor, ya que con el arado podría dañar o matar a los animales que viven bajo tierra. Incluso es posible ver a algunos que cubren permanentemente su boca con un trozo de lienzo para evitar tragar accidentalmente algún insecto, o que caminan barriendo suavemente el suelo delante de sus pasos para no pisar ningún minúsculo ser vivo. En el centro de Old Delhi visitamos un curioso hospital para pájaros heridos en la ciudad (donde hasta las rapaces tienen por fuerza que hacerse vegetarianas) que resulta absolutamente surrealista, cuando en la puerta se agolpa la miseria humana.


Pintura en el Charitable Jain Birds Hospital, en Old Delhi


Las otras abstenciones (no matar, no mentir, ...), que lo mismo deberían valer, por ejemplo, para un cristiano, también se las toman tan a pecho que su total veracidad y honestidad les ha hecho ganarse la confianza de la gente y un gran respeto social, dedicándose al comercio, la joyería, la banca, la cultura o la administración (oficios todos que no implican daño a otros seres). Ante la vorágine de timadores que viven de sablear inmisericordemente al turista, nos resultó un descanso encontrar un vendedor jainista de miniaturas en Udaipur, o un correligionario joyero en Jaipur.

Por ello, gracias a su ejemplar comportamiento y a que todos se fían de ellos, han podido convivir pacíficamente durante más de dos mil quinientos años con las sucesivas religiones mayoritarias (budismo, hinduismo, islam), gozando además de un gran poder económico y cultural. Los laicos llevan una vida austera, y donan todas sus ganancias a los religiosos, quienes las utilizan para fundar hospederías, hospitales, escuelas, universidades o centros de investigación, pero también para construir los más ricos templos de la India y para adornar sus imágenes con metales y piedras preciosas.


Interior de un templo jainista en el fuerte de Jaisalmer

Detalle escultórico de un templo jainista en Ranakpur

Interior de un templo jainista en el fuerte de Jaisalmer


Allá donde existen, los templos jainistas fueron parada inexcusable para nosotros: Jaisalmer, Chittogarth, Ranakpur,... Son sobrecogedores, excesivos, deslumbrantes. Dentro de ellos, los bosques de columnas, las cúpulas como finísimos brocados, las figuras humanas, animales y vegetales, todas de purísimo mármol blanco, se multiplican abrumadoramente, como en un caleidoscopio, produciendo en nosotros una sensación mezclada de mareo físico y extraña paz, dentro de un espacio místico sin tiempo ni pasiones, inmersos en un torbellino en el que lo múltiple individual gira en torno a nosotros vertiginosamente, hasta aparecerse, al fin, como lo uno infinito.


Cercare l’uno nel molteplice, il molteplice nell’uno, decía una canción de Jovanotti.


Cúpula en el interior del templo de Adinath, Ranakpur